Los caraqueños amanecieron el lunes en medio de lluvias, lo que para algunos habitantes de Catia no es un buen augurio. Y es que el sonido de las precipitaciones les trae malos recuerdos, como las casas vecinas que se derrumbaron en la vaguada de 2005 y los certificados de Protección Civil que guardan en sus gavetas. Vecinos de la zona de San Isidro, distribuida cerca de una ladera, aseguran que llevan años con estos papeles sin que les permitan conseguir un hogar seguro contra los deslizamientos.
Leonardo Bracamonte, pronosticador del Centro Nacional de Alerta y Pronósticos Hidrometeorológicos, advirtió ayer que julio, agosto y septiembre son los meses en los que suele llover de manera más constante, incluso en algunas zonas con actividad eléctrica.
Para el director de Protección Civil del Distrito Capital, Jorge Molina, esto significa que los equipos de Protección Civil deben estar alertas ante nuevos deslizamientos.
Molina aseguró que de tanto atender derrumbes en la popular parroquia puede identificar las zonas más peligrosas. En su lista destacan los sectores Macayapa, San Isidro, La Morán y la calle Italia en Catia.
Al final de esta última vía, en el sector Alta Vista, se encuentran dos edificios pequeños que albergan, entre otras familias, a los Rojas. A escasos metros de su casa hay un precipicio que se formó con dos deslizamientos, el primero ocurrido hace 15 años, y el segundo hace 8. Desde entonces se habla de un muro de contención, pero nunca se concretó. El año pasado, los habitantes fueron beneficiados con el Programa 8 del Ministerio de Hábitat y Vivienda por medio del cual el Gobierno canceló a éstos la compra de casas en el mercado secundario. Sin embargo, al irse traspasaron los domicilios de la calle Italia a otras 13 familias, informó Maylin Rojas.
Larga espera. "¿Mientras tanto? Pues, vemos el palo de agua y esperamos a que se nos caiga el rancho encima", sentencia Yolanda Daza, habitante del callejón Nicolás en el sector San Isidro de Catia. Ella recibió hace dos años el certificado de vivir en una zona de alto riesgo, pero hasta ahora no han conseguido nada con ello.
Su hermana Fanny, quien vive en la casa contigua, habla con la mirada fija en el barranco debajo de su patio, mientras denuncia ineficiencia para que la trasladen a un lugar seguro: "Después de la vaguada de 2005 me recomendaron que buscara otro lugar en donde vivir. Empecé a hacer diligencias en Fondur y en Fundabarrios, allí me buscaban en la computadora y aparecía registrada, pero nunca me salió una casa, a pesar de que en dos oportunidades consigné los papeles de la vivienda que deseaba comprar".
En lugar de suelo firme, debajo de la sala de la señora Gabriela Vargas hay unas columnas de concreto, gracias a ellas su domicilio aún se mantiene en pie. Lleva 30 años viviendo allí, pero hace cuatro que las autoridades le dijeron que debía mudarse para que su vida no corriera peligro. No obstante, se mantiene allí porque no le ha sido fácil cumplir con la recomendación: "Hemos querido salir, pero no conseguimos otra casa. Pensamos que como mi hijo tiene política habitacional sería fácil, pero lo incluyeron en una lista de espera larguísima".
Anderson García se confiesa defraudado por la acción de las autoridades. Cada año ve cómo los funcionarios de Protección Civil llegan a su casa, realizan un informe sobre los nuevos deterioros y le recomiendan que se dirija a los Bomberos Metropolitanos.
También denuncia que no los orientan sobre cómo actuar a la hora de un deslizamiento: "Nos dicen que salgamos de los ranchos en esos momentos y el resto es que cada quien corra por su cuenta. Por ahora sólo nos queda ver si la casa se cae o no".
Extraido del Nacional. 03.06.08
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