(07.08.08) “Para nosotros, esta es como una enfermedad monstruo. No sabemos de dónde viene. Es un dolor", afirmó ayer el jefe warao Conrado Moraleda, representante de la comunidad de Navasanoca, mientras esperaba, en el vestíbulo del Ministerio de Salud, ser atendido por un funcionario.
Con su visita quería dejar registro de los problemas que afrontan los waraos del bajo Delta Amacuro desde junio de 2007, pues han muerto 38 personas por una enfermedad de origen desconocido. En los 2 últimos meses la epidemia se acrecentó, y entre el primero de junio y el primero de agosto fallecieron 16 waraos.
Al no recibir respuesta de las autoridades regionales, la comunidad decidió crear una comisión, que durante cinco días recorrió las áreas afectadas.
Conrado y Enrique Moraleda, Tirso y Marbelys Gómez, y los médicos Charles Briggs y Clara Mantini de Briggs se adentraron en 30 comunidades, para analizar desde el lugar las causas de las muertes.
Inicialmente se pensó que podía ser un mal infectocontagioso, luego se pasearon por la idea de una intoxicación masiva. Sin embargo, un elemento que se repitió en cuatro integrantes de una familia les dio una pista que podría ser clave para desentrañar las razones de la epidemia: las víctimas habían sido mordidas por murciélagos.
Tal como lo refleja un informe elaborado luego del trabajo de campo, la enfermedad es de "alta susceptibilidad y con una letalidad del ciento por ciento, sin ningún sobreviviente". La afección, aparentemente, carece de diagnóstico clínico. Los síntomas reportados son dolor de cabeza, fiebre, malestar general, dolor de estómago y torácico, hipersensibilidad al tacto en cualquier parte del cuerpo, picazón en los pies, parálisis de los miembros inferiores de forma ascendente hasta los superiores, dificultad para tragar, miedo al agua, salivación espesa, convulsiones y, en último término, rigidez espástica.
"Los ojos mueren primero que el cuerpo", afirmó Tirso Gómez. Con esto quería decir que las víctimas pierden la vista antes de fallecer.
Testimonios desgarradores. Elvira Rivas, de 20 años de edad, comenzó a padecer los síntomas el mismo día que enterró a su esposo, Edgar Mamereto Pizarro, de 19 años. "Ma moni diana (estoy a punto de morir)", fueron las últimas palabras pronunciadas por ella.
En la comunidad de Mucobaina, integrada por 80 personas, fallecieron 9 niños, 3 de ellos de la misma familia. Se calcula que la enfermedad tiene un tiempo de incubación de 3 a 6 semanas. Una vez que se presentan los síntomas lo máximo que dura el paciente con vida es una semana. Sin embargo, en algunos casos el lapso se reduce a 2 o 3 días.
Briggs explicó que si se trata de rabia selvática, con una vacuna es posible prevenir la enfermedad. Si el biológico se aplica durante la incubación, el paciente es 100% salvable. Ahora, si se espera hasta que aparezcan los síntomas, sólo se podrá recuperar si es internado en terapia intensiva, se le induce un coma artificial y esperan 30 días. "Necesitamos un ejército de investigadores y médicos que vayan hasta allá a hacer la investigación científica y los exámenes necesarios", indicó.
"Soy delegado del Partido Socialista Unido de Venezuela y vengo a traer el clamor del pueblo warao. La paciencia de nuestros hermanos del bajo Delta Amacuro llegó al límite.
Somos partidarios del proyecto revolucionario, pero al parecer la revolución de la salud no ha llegado a los waraos. No pecamos ni ofendemos a nadie. Y sabemos que la información no le llega al Presidente", afirmó Enrique Moraleda.
Los cálculos de los jefes indígenas señalan que hay 5.470 habitantes en la zona, pertenecientes a 56 comunidades.
"Estamos preocupados, creemos que todos nuestros hermanos van a morir. Y venimos hasta aquí a pedir ayuda, apoyo. Invitamos al Presidente a que asista a nuestros funerales", señaló con un dejo de tristeza. Agregó que no abandonarán la capital hasta obtener una respuesta para sus hermanos.
Nota de Prensa extraida de el Nacional. Jueves 7 de agosto de 2008.
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